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SURREALISMO.
ARTE Y ARTISTAS SURREALISTAS.
(Ejemplos)
SURREALISMO. ARTE Y ARTISTAS PINTORES SURREALISTAS
Don Quijote Blanco-
(92 x 73 cm)
Técnica mixta sobre lienzo
José Manuel Merello
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© José Manuel Merello Arvilla.-
SURREALISMO. ARTE Y ARTISTAS PINTORES SURREALISTAS
"Un buen dibujo no desmerece en nada a una buena pintura. Es
más, bajo todo cuadro subyace necesariamente un dibujo que
lo sustenta, un esqueleto que lo arma y lo vertebra. Todos
los cuadros que carecen de esta base se desmoronan y
resultan flácidos. Una garantía de calidad en pintura es un
buen dibujo. La cuestión fundamental es qué cosa entendemos
por un buen dibujo...pero esto es otra historia"
"Todo el mundo se pregunta qué cosa es el arte. Yo pienso
que el arte es toda aquella creación humana que consigue
elevar el espíritu a un plano superior de emoción y
sobrecogimiento."
"...ser pintor, escritor, escultor o músico no otorga ningún
rango por encima de cualquier otra profesión. Existen, por
supuesto, infinidad de dedicaciones y labores que llevadas
al extremo de su perfección superan indudablemente a la
mayoría de las obras de los que se dedican al arte. Un
maravilloso artesano creador de mantones de Manila puede
llegar más lejos que un mediocre escultor, su trabajo puede
ser muy superior. O un gran futbolista puede provocar
mayores pasiones que la mayoría de nosotros, los pintores.
Ser "artista" no es un seguro de nada. Pero si nace un genio
seguro que solo nace para las grandes artes además de para
la ciencia, la filosofía o la política. No podemos comparar
la Capilla Sixtina de Miguel Angel o la Ley de la
Gravitación Universal de Newton con el mejor de los goles
del mundo. El Arte con mayúsculas es fácil de detectar; su
luz continúa brillando a través del tiempo."
"La pintura española mantiene a lo largo de los siglos una
mirada serena y melancólica: trágica pero nunca violenta. No
existe pintura española violenta. Ni aún el más fiero Goya
ni el más horrorizado Picasso perdieron jamás la compostura
y la clase con sus pinceles."
"La Historia del Arte es la historia emocional y espiritual
del hombre. Es un recuento de sus sentimientos más sublimes
materializados en creaciones que traspasan el tiempo.
Altamira y Lascaux son ejemplos primitivos de este afán del
hombre por expresar sus emociones. Yo no creo que haya
ninguna época artística superior a otra en cuanto al impulso
inicial de dejar constancia material de una emoción o un
placer espiritual; en cambio sí creo que hay etapas del arte
que son superiores unas de otras a partir del momento en que
el ser humano progresa en su técnica. Así como el progreso
científico va en línea siempre ascendente, el progreso
artístico, que necesita de la tecnología para poder avanzar,
crece en una línea ascendente aunque discontinua porque
depende de al menos dos parámetros para ello: la técnica y
la emoción espiritual. El arte no es solo un sentimiento; el
arte es su plasmación, la encarnación, el sentimiento
esculpido, escrito, materializado, mediante la habilidad
técnica. El hombre primitivo no tenía más que unas mínimas
herramientas para expresarse y por eso su arte es más básico
que, por ejemplo, el Arte Barroco. El problema radica en que
técnica y emoción no crecen siempre paralelas y quizás así,
a veces, podamos encontrar etapas del arte que con una
técnica inferior posean un impulso emotivo y espiritual
mucho más intenso y puro que otras en las cuales, con más
medios, el arte se debilita porque el alma del hombre está
más enranciada, reprimida o manipulada. Si el espíritu del
hombre pasa por una época sublime y libre, y le acompaña una
tecnología superior, entonces estaremos hablando sin ninguna
duda de una Edad de Oro del Arte."
"El Arte Moderno hoy, es un espacio de libertad y aire
fresco impensables hasta ahora. Nunca antes en la Historia
del Arte hubo tantas posibilidades técnicas para los
Artistas ni tantos lenguajes artísticos para expresarse con
plenitud. Al margen de exclusiones y favoritismos -que
siempre los hubo-, las distintas escuelas y tendencias del
Arte tienen un campo abierto frente a sí que auguran
fabulosas creaciones en los años venideros..."
"El Surrealismo, que en sus comienzos, en el Siglo XX,
nació como un movimiento artístico perfectamente delimitado,
es ahora una tendencia perforada por el Expresionismo, la
Figuración, la Abstracción y multitud de escuelas que lo
enriquecen sin dispersarlo, y lo amplían sin anularlo. Yo
pienso que las fronteras en Arte tienden a desaparecer. Aún
es complejo reflexionar sobre ello porque estamos en el
presente de este multimovimiento del Arte que camina hacia
el Arte único. Pero cuidado con esto; nunca, por el
contrario, un Arte único deberá ser una imposición, ni un
movimiento absoluto. El Arte es libre por naturaleza y
siempre se escurrirá, como el agua se escurre entre los
dedos, de los presagios y de los horizontes que se le
quieran marcar o imponer."
"El arte del siglo 21 es un espacio abierto casi
infinito. Nunca antes hubo tantas posibilidades de
expresión, ni tampoco hubo tantos medios técnicos para los
artistas contemporáneos. El nuevo siglo recoge, de momento,
la frescura y la libertad conquistada por los artistas en el
siglo 20. El arte moderno, la pintura moderna, desconciertan
al público en general, lo escandaliza y lo rejuvenece a la
vez: yo pienso que esto es un claro síntoma de que jamás
hubo, a pesar de todo, tanta transparencia ni tanta
libertad para el espíritu humano."
"Muchos museos y galerías de arte moderno de España, en el
presente siglo 21, son espacios fríos, duros, metálicos y
extremadamente minimalistas. Minimalismo mal entendido. Esta
moda estética tan pedante e intelectual se verá ridícula con
el paso de los años. El norte es el norte y el sur es el
sur.
En España somos a veces tan torpes que construimos una
arquitectura fría y dura, típica de los países del norte,
completamente alejada del estilo mediterráneo, salvo algunas
excepciones como el arquitecto valenciano Santiago Calatrava
que es capaz de entender el arte moderno de una manera
refrescante y pasional, llena de vida y de sol mediterráneo.
Pero para muchos otros arquitectos españoles, actualmente,
el estilo mediterráneo no parece suficientemente
interesante, ni avanzado, y en España muchas galerías y
museos de arte actuales dan hasta miedo de entrar en ellos y
los extranjeros nórdicos que los quieren visitar creen,
sorprendidos, que han vuelto en un instante, como en un
relámpago, a sus países del norte. Aunque ellos quieren ver
y sentir la alegría y el color cuando visitan España y sus
museos y galerías de arte, en cambio no encuentran nada del
calor mediterráneo ni del estilo acogedor español. Supongo
que solamente es otra estúpida moda. Ser modernos no es ser
serios, prepotentes y grises. ¿Podemos imaginar el efecto
patético de una galería de arte minimalista de estilo
nórdico en Guinea Ecuatorial? Estoy seguro que algunos
africanos se cagarían muy contentos dentro de ellas. Puro
arte."
El retrato en la calle o el mundo a un palmo de distancia.
"Yo soy un pintor de la calle. Todo lo que sé lo aprendí en
la calle, gracias a la calle, contra viento y marea,
pintando niños, mujeres, viejos y retrasados, gordas
asmáticas y flacas estilosas, guapas y feas, pedantes y
soberbios, intelectuales y catetos, de todo. Haciendo
retratos y caricaturas de cualquiera que pasara, a un palmo
de distancia de sus respiraciones y su piel: he dibujado
rondas enteras de Síndromes de Down que alborotaban muy
educadamente a mi alrededor sonriéndome saturados de
entusiasmo y dicha porque los dibujara: cabreados y
presumidos si no se gustaban. He pintado mujeres bellísimas,
a dos palmos de sus ojos y de sus tetas, con derecho a
mirarlas fijamente, como concentrado; algo maravilloso. He
dibujado hombres de toda condición: a todos a pie de calle,
sobre la misma silla y sin distingos, triunfadores o
fracasados, serenos o amargados, avejentados, chulos,
déspotas, pijos o tatuados hasta las orejas…He dibujado
grupos de borrachos y borrachas que se me caían encima,
muertos de la risa, well, well, you are our friend, can you
draw her like a dog? He dibujado cientos de retratos
contundentes, en quince minutos o menos, y retratos cursis y
relamidos, con destellos en los ojos y fusiones y
difuminados imposibles pero que causaban furor y excitación
a las señoras de peluquería y a sus secuaces. He dibujado a
presión, como un autómata, sometido al agotador trabajo y a
las exigencias e impertinencias de la gente; pero por todo
eso y por más, sé lo que hay que hacer según quién y para
quién y eso he hecho y aún hago, que en la calle hay que
pintar sin remilgos y además yo lo que quiero es observar,
ya que el resultado me es casi indiferente. Sé cuando las
cosas están bien hechas porque también sé hacerlas mal, y es
que puedo llegar a hacerlas realmente detestables, así como
hacerlas refinadas, elegantes y de línea preciosa y precisa.
Después de miles y miles de dibujos se acaba por aprender;
aunque también he visto a muchos que no aprenden ni a palos.
He visto dibujantes buenísimos y caraduras ganándose unas
pesetas con el cuento al desesperado marido de que así la
veo yo a su mujer.
La calle mantiene mi pulso firme, diestra mi mano y atentos
mis ojos, y me da la libertad, me enseña cómo está el mundo
a cada instante, de qué manera se renuevan las hechuras de
la gente año tras año. La calle y la gente que pasea es para
mí un altísimo porcentaje de mi inspiración, lo que me nutre
y alimenta. El precio que pago por ello es alto, desdeluego,
pero me compensa sobremanera y lo asumo como puedo. Todo el
año pintando encerrado en el estudio no sería posible sin
estas bocanadas, agotadoras, de aire fresco callejero y
mundano.
Podría escribir páginas enteras sobre la gente y los
pintores de la calle, sobre el mercadeo del arte a pie de
cloaca, sobre las peleas y riñas de los vendedores de
juguetes, vendedores de garrapiñadas, de feriantes de
globos, de mimos y de aburridos músicos venga una y otra vez
siempre la misma cantinela. Y también algunos sordomudos que
reparten sus tarjetitas con el abecedario de gestos, y que
vienen a contarme con sus aspavientos que no, que hoy nadie
da un duro ya.
La infinita calle. Los infinitos personajes. La eterna gente
de todas partes.
Y toda esta información está ahí, en algún lugar de mi
cerebro, ocupando una bastísima región de miles y miles de
personajes, cada uno diferente, cada quién según su historia
y su mirada, su plante y su sonrisa, sus ojos huidizos, o
altivos y desafiantes, sus bocas carnosas sobre una
clavícula frontera de un pecho turgente y palpitante; o sus
labios finos y nerviosos, delatores a veces de una
personalidad intolerante y otras de una represión emocional
que les adelanta la quijada y les aprieta el labio (¿serán
ambas personalidades la misma?). Y las enormes y
variadísimas narices europeas, narices de siglos de
batallas, de siglos de Ilustración y de siglos de todo.
La calle es una mina infinita para un pintor (y para un
escritor tal vez lo sea vez más). Un trabajo duro, intenso,
bajo la humedad más fuerte, las ráfagas de viento más
enloquecidas, las nubes más amenazantes, el calor sofocante
o el frío, el frío que asusta a las madres: dese usted
prisa, por Dios, que la niña se pondrá mala: y los goterones
de las lluvias de agosto que caen, que no caen, sobre la
modelo, sobre el dibujo, arruinándolo entero.
Ya cada vez acudo mucho menos a pintar a la calle, ya no es
como antes, ya no aguanto las horas y horas de dibujo
intensivo, (mañana, tarde y noche), -aunque realmente es
esta presión del exceso de trabajo lo que más me ha
enseñado-, que no vale hacer dos dibujitos, ni cinco, que no
sirve el término medio. O vas a destajo y con el aliento del
ansioso público en tu nuca esperando exigente su turno, o no
hay concentración, ni tensión, ni aprendizaje; ni rápida
observación al vuelo para contrastar, en alerta constante y
en pocos minutos, las ínfimas variaciones entre los
distintos personajes y entre sus diferentes mundos. Al menos
es así como yo he aprendido a observar: he aprendido bajo la
intensa presión de la calle.
Ahora, el dinero que se gana allí es solo testimonial para
tanta faena. Quizás sirva para pagar unas vacaciones para
mis hijos fuera de la ciudad, o unas clases de inglés, que
no mucho más, o para lo que venga bien, que siempre hay
provecho, cuando no pura necesidad: los materiales de
pintura para pintar durante el año, en su momento y durante
años los pagaba con ese dinero, o también, y sobretodo, me
servía para comprar mi libertad y pintar luego lo que me
diera la gana, sin explicaciones a nadie.
Pero a pesar de todo, a pesar de que ya es poco lo que se
gana, a pesar de que la presión de la gente y de la pintura
a destajo ya no la tolero con la misma serenidad de antes, a
pesar de todo, yo aún así sigo yendo, -no sé por cuánto
tiempo ya- mucho más relajado, muchas menos horas y muchos
menos días, a observar de cerca, muy de cerca, las finas
arrugas del mundo, los enjoyados escotes de las pechugas más
poderosas de la tierra al sol de la tarde, los pircings más
estrafalarios de comienzos de siglo, los lazos más rosas y
nacarados de las niñas más irreales del universo, las barbas
y bigotes de los señores más anticuados y de nuevo
resucitados, la mezcla de razas y de condición, en fin, más
rica de la tierra para un pintor.
Ah! la calle... Hoy, aunque jamás imaginé que lo haría, doy
finalmente las gracias a la Escuela de Bellas Artes, que con
su rechazo continuo durante cinco larguísimos años acabó
mandándome a la puta calle a luchar, a la rica calle y al
mundo, que han sido, al cabo, mis guías y maestros. Gracias,
señores académicos, por mostrarme el verdadero camino del
aprendizaje." JOSÉ MANUEL MERELLO
La Nueva Cocina como Arte.
"Yo lo veo muy claro. Clarísimo. El Arte, con mayúsculas, es
lo sublime mediante la técnica del hombre. Nada más. El
Arte, para que así sea, implica silencio -un silencio
latente en el caso de la Música-, y emoción. Se trata de
sobrecoger al espectador hasta el punto de hacerle llorar
con aquello: un llanto interno, callado, una corriente de
intensa emoción que le recorra la sangre y la piel y le haga
peligrar su semblante soberbio.
A mí me parece maravillosa la palabra artesanía. Mediante
ella se clarifica todo este embrollo, o casi todo. ¿Porqué
no aplicarla más a menudo para identificar muchas labores
humanas sin más pretensiones? A mí me parece dignísima
palabra, con un significado certero y humilde que da
grandeza a tantísimas creaciones y oficios del hombre. Pero
parece que no, parece que no es suficiente esta sencilla y
perfecta palabra para muchos que quieren, ridícula y
estúpidamente, subir de categoría a su oficio. Es una simple
cuestión de vanidad, soberbia y falta de humildad. La única
limitación que le veo a la palabra artesanía es que cierra
el paso a toda evolución del oficio. Y hay oficios que aún
estando en su edad de piedra encierran en sí mismos el
germen de lo que quizá pueda llegar a ser algún día Arte;
pienso en la Alta Costura y pienso en la Alta Cocina, por
ejemplo.
Y siendo así, entonces, ¿qué ocurre con las creaciones del
hombre que aspiran al rango de Arte? Pongamos por caso la
Nueva Cocina, que acaba de hacer acto de presencia en
Bienales y cotos exclusivos hasta hoy para el Arte y que se
pretende introducir ya en museos. ¿Es Arte la Cocina? Pues
está tan claro y transparente como el agua que no lo es. No
es Arte la Cocina. Pero cuidado, esto es así hoy, en esta
época. La Cocina está en un estadio muy primitivo de la "Arteidad"
(perdón por el palabro), nivel tan primitivo que no es ni
por asomo Arte. Lo podríamos comparar con Altamira o menos
aún (el arte primitivo todavía no era Arte en su máximo
nivel, por más que muchos se empeñen). La Cocina sería, hoy,
como los primeros trazos para la Pintura del hombre
primitivo en la arena o en las paredes de las cuevas. O los
garabatos de un niño. Nada más. Y que nadie se ofenda por
esto, ya que la mayoría de los pintores, músicos o
escritores tampoco hacen Arte e incluso están en un nivel
evolutivo de creación inferior al de muchos cocineros o
deportistas.
Pero hay que ser cautos y tener elasticidad mental
(creatividad al fin y al cabo) y otorgarle el beneficio de
la duda a la Cocina...del futuro. Y la cosa es tan simple
como seguir el viaje común a todos los sentidos humanos, su
evolución natural desde su estadio más primitivo hasta el
alba del Arte. Podría ser más o menos así: supervivencia,
sexo y guerra, pasión, diversión y entretenimiento, emoción,
y finalmente el sobrecogimiento y lo sublime.
La Cocina (y el Deporte, y la Alta Costura, y los vinos, y
tantos otros aspirantes a ser denominados Arte) estarían en
el estadio evolutivo de la pasión o de la diversión, que no
es poco ni despreciable, nada más lejos; un estado
estomacal, sexual, sanguíneo, de pelea o fraternidad,
cachondeo y quitapenas. Nivel delicioso y maravilloso sin
duda, pero muy lejos aún de los estadios más avanzados para
el espíritu humano: la emoción, el sobrecogimiento y lo
sublime mediante la técnica más compleja. Y para llegar
hasta ahí la cosa va para largo, tal vez décadas, quizás
siglos aún, pero no me cabe duda de que se llegará. Llegarán
a ser Arte. Arte en silencio.
Así que no hay más que hablar. El tema para mí está zanjado.
Disfrutemos como enanos y reyes de la maravillosa Cocina
actual o de siempre, que se premie con los más prestigiosos
galardones a los mejores cocineros y deportistas, que se
escriban suntuosos libros sobre su labor y su historia, y
cojamos un etílico punto que nos transporte a un lugar
dicharachero y placentero con el mejor de los vinos mientras
nos entregamos a los placeres de la carne mediante el
Kamasutra si se quiere (o se puede)...pero por favor,
abstengámonos de llamarlo Arte. De momento." José Manuel
Merello
SURREALISMO Y EFECTO DALÌ-MAGRITTE.
¿Que mi pintura no es surrealista? Desde el momento en que un jarrón no se posa
sobre una mesa sino que gravita, o que el sombrero que le coloco a una mujer es
un sol en el ocaso, estoy haciendo surrealismo. Mejor o peor, pero surrealismo.
Qué aburrimiento y qué monserga con que la pintura surrealista tiene que ser
chiclosa, lamiosa, con degradados siempre blandos y trucos de prestidigitador
que esconde culos en manzanas o atraviesa a sus mujeres con vaporosos velos de
sirena y destellos nucleares de planetas sinfónicos. No, el peso de Salvador
Dalì y de René Magritte, entre otros, es demasiado poderoso entre muchos
pintores lacios que no supieron ni saben entenderlos y que abusan de su legado
distorsionándolo y debilitándolo, convirtiendo una forma de hacer surrealismo en
obligada técnica. A veces soy surrealista, pero también soy expresionista, y me
apunto al popart si se me tercia en alguna esquina del cuadro. Puedo pintar un
cuadro surrealista sin por ello abandonar mi técnica ni mi factura
expresionista, o puedo ser pop con colores ásperos y sin repeticiones manidas de
marylines y meninas velazqueñas de medio pelo: hago lo que me da la gana. Hoy la
pintura es un poderoso legado heredado de siglos, libre y abierto, y de él cada
pintor coge cuanto gusta y necesita. Sin fundamentalismos técnicos.
Abajo las dictaduras de lo planetario y lo fantástico, de lo monstruoso, lo
minimal radical, del popart siempre sopero y fosforito, y abajo el hiperrealismo
de eterna vía de tren y el impresionismo de toque suelto por narices. Menos mal
que de cuando en cuando aparece un pintor de la talla de Edward Hopper, por
ejemplo, y limpia toda la pintura y su técnica de tanta mediocridad y
pretensiones, hasta dejarla desnuda y cristalina, en su más pura esencia y
actualidad, al más puro estilo Alfred Hitchcock. Y libre.